jueves, 2 de octubre de 2008

Crítica: La Vida es Bella

vida bella"Esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor. Y, como una fábula, está llena de maravillas y de felicidad."

Con esta frase da comienzo una de las películas más tiernas, sensibles y emotivas que he tenido la fortuna, no solo de ver sino -sobre todo- de compartir con alguien muy especial este pasado fin de semana.

Roberto Benigni (director, guionista y actor principal) creó, hace ahora diez años, una obra de arte que sacude los cimientos del corazón y del espíritu -¿y cómo podría no hacerlo?- con una demostración de bondad tan conmovedora como emotiva; una lección de humanidad que demuestra que el ser humano, aunque capaz de los actos más atroces, también lo es de los actos más maravillosos. Pues en verdad es maravilloso darlo todo sin esperar nada a cambio.

Nuestro protagonista es Guido Orefice (Roberto Benigni), un joven judío que, unos años antes de que comience la Segunda Guerra Mundial, llega a la Toscana italiana con intención de abrir una librería. Allí conocerá a Dora (Nicoletta Braschi), de quien se enamorará perdidamente y a la que finalmente logrará conquistar con paciencia, tesón y, sobre todo, imaginación, teniendo con ella un inocente muchacho llamado Giosué (Giorgio Cantarini).

Unos años más tarde, en plena ocupación nazi, la familia es trasladada a un campo de concentración, donde Guido y su hijo serán separados de Dora, y forzados a penosos y duros trabajos. Sin embargo, nuestro protagonista hará lo imposible por hacer creer a su hijo que el lugar en el que se encuentra no es ese monstruosa creación que nunca debió existir (qué voy a contar de ese pedazo negro de nuestra historia que no sepáis ya), sino un lugar donde se celebra un divertido juego en el que se puede ganar, nada más y nada menos, que un carro blindado.

Una venda de luz en medio de la oscuridad.

Mi puntuación en IMDB: 9

1 comentario:

Marian dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo. La Vida es Bella me emocionó mucho, y lo primero que pensé fue en la lección de humanidad, ternura y generosidad que nos ofrece. Al igual que tú, tuve la suerte de verla por segunda vez con alguien muy especial, y pude revivir las mágicas sensaciones que esta película provoca en mí.

Roberto Benigni nos muestra cómo amar sin restricciones… como usando pequeños gestos, a veces no tan pequeños pero si mágicos, se puede hacer feliz a alguien. No sé que le pudo llevar a escribir esta historia, sólo espero que pronto pueda encontrar de nuevo su fuente de inspiración y nos permita reir y llorar con la misma emoción e intensidad que con La Vida es Bella. Desde aquí le doy las gracias por ofrecernos una obra magistral basada en el amor, la ternura, la generosidad y la total entrega de la que nos hace partícipes su protagonista, Guido Orefice. Y te doy las gracias a ti por haberla compartido conmigo.